Después de Occidente: la solidaridad internacionalista de China en tiempos de coronavirus
Translated By Gianni Paolo
La producción estatal socialista china y la cooperación mundial están equipando al planeta con las herramientas para luchar contra el coronavirus, ofreciendo una visión del mundo sin hegemonía occidental.
El 14 de febrero, justo cuando los esfuerzos masivos del gobierno y el pueblo chino comenzaron a limitar los nuevos casos de COVID-19 en China, los líderes del mundo occidental se reunieron en la Conferencia de Seguridad Anual en Munich. Un foro de larga data cuyo propósito es apoyar los brazos institucionales de la hegemonía occidental -la ONU, la Unión Europea y la OTAN-; la reunión de este año estuvo marcada por un sentido de inminente declive. El tema de la conferencia del 2020, Westlessness, evidenció la ambivalencia de los líderes occidentales hacia el proyecto del propio Occidente. Divididos internamente por el retroceso hacia los nacionalismos populistas y obligados a enfrentar el desafío externo de una “China en ascenso”, los arquitectos de Occidente parecen cada vez más conscientes de la posibilidad de su propia obsolencia. La pregunta sobre la mesa: ¿cuál es el futuro de un Occidente dividido que, en palabras de los organizadores de la conferencia, “parece estar retirándose de la escena global”?
La conferencia estuvo dominada por dos visiones contradictorias, articuladas por los discursos divergentes del Secretario de Estado de los EE.UU Mike Pompeo y el Ministro de Relaciones Exteriores de China Wang Yi. Mientras que Pompeo describió una visión de suma cero de una (neo) Guerra Fría en la que “Occidente está ganando” frente a un “Partido Comunista Chino cada vez más agresivo”, Wang imploró a sus pares que “trascendieran la división Este-Oeste y Norte-Sur”, articulando la visión de China de un multilateralismo que “aboga por el derecho igualitario al desarrollo compartido por todos los países”.
La confianza de Pompeo en un Occidente triunfante tenía como finalidad tranquilizar a los aliados europeos preocupados por la profundización de los lazos de China con aliados tradicionales como Italia y Serbia. Sin embargo, más de un mes más tarde -mientras que China redujo los nuevos casos de infección a casi cero y el resto del mundo fue engullido por una verdadera pandemia- la nostalgia del Secretario de Estado por el resurgimiento de la Guerra Fría, en la que el capitalismo de estilo occidental surge como la inevitable etapa final del desarrollo humano, parece aún más anticuada. De hecho, a medida que los EE.UU duplican sus inhumanas sanciones sobre Irán, Venezuela y Corea del Norte, mientras que China envía ayuda médica y expertos a las naciones de todo el mundo, las visiones de las dos naciones sobre el orden mundial -una comprometida con la solidaridad internacionalista, la otra buscando consuelo en las viejas fronteras nacionales y alianzas geopolíticas- se hacen aún más evidentes. La cuestión planteada en Munich -inquietante para algunos, liberadora para otros- continua siendo: ¿hay un futuro para “Occidente” -como bloque geopolítico, consenso ideológico y hegemonía global- en tiempos de coronavirus?
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La COVID-19 ha lanzando a los Estados Unidos a una pandemia. Mientras hace una semana los funcionarios públicos expresaron la complaciente creencia de que la calidad de vida del Primer Mundo evitaría que el virus se arraigara, uno de cada cuatro estadounidenses tiene ahora la obligación de permanecer en sus hogares, los hospitales están informando de la escasez de mascarillas quirúrgicas y ventiladores artificiales, y, los expertos especulan que, dada la escasez de equipos de pruebas, el número de infecciones es mucho mayor que el de casos confirmados, que ya está por las nubes. Al mismo tiempo, la provincia de Hubei, el epicentro de la epidemia, no ha informado de ninguna nueva transmisión desde el 19 de marzo. La erradicación efectiva de las nuevas transmisiones llevada a cabo por China da testimonio de lo que el Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyusus, ha denominado “una nueva norma para responder a las epidemias”, que ha sido posible, como describimos anteriormente, gracias a un sistema político-económico socialista en el que el Estado mantiene el control último sobre la producción.
Mientras China ha desplegado empresas estatales y ha confiscado capital privado para satisfacer las necesidades de producción de la pandemia, la respuesta de la Administración Trump ha sido reunir a la élite de la clase dirigente.
Mientras que en China la producción masiva de mascarillas, pruebas y ventiladores, la construcción de hospitales de emergencia, la realización de exámenes y tratamientos universales y la coordinación regional de la producción y distribución de alimentos dan testimonio de la fuerza y el dinamismo de una economía de mercado socialista, la respuesta de los Estados Unidos es emblemática de un sistema en el que décadas de neoliberalismo han esterilizado por completo la capacidad del Estado para satisfacer las necesidades de la población sin depender de la cooperación de los distintos agentes empresariales. Mientras China ha desplegado empresas estatales y ha confiscado capital privado para satisfacer las necesidades de producción de la pandemia, la respuesta de la Administración Trump ha sido reunir a la élite de la clase dirigente. En una conferencia de prensa del 13 de marzo, Trump se unió a los directores generales de WalMart, CVS y Target, quienes prometieron un apoyo vago para mantener las tiendas en funcionamiento y proporcionar espacio de estacionamiento para los sitios de prueba y conducción. Los gobiernos federal y estatales no proporcionaron los suministros médicos adecuados a los hospitales, dejando al personal de los hospitales negociando con los vendedores privados para conseguir máscaras protectoras a precios elevados y enfrentándose a un monopolio de propiedad que prohibía las reparaciones de terceros de los ventiladores y otros equipos médicos que salvan vidas. A su vez, los esfuerzos para ampliar las prueban siguen subordinados a filántropos multimillonarios como Marck Zuckerberg, los accionistas están presionando a las empresas farmacéuticas para que aumenten los precios, y el lobby farmacéutico ha impedido que el Congreso incluya en su legislación de respuesta al coronavirus una orden que imponga precios asequibles para las vacunas. Al mismo tiempo, un paquete de estímulo de un billón de dólares actualmente en discusión en el Congreso ha sido criticado por demócratas progresistas como Alexandra Ocasio-Cortez por dar “medio billón de dólares a las grandes corporaciones con poca protección de los trabajadores”.
Pero el espectacular contraste entre los sistemas políticos y económicos chino y americano se hace aún más evidente en el dominio de la geopolítica mundial, en el cual de esta pandemia global surgió el mundo multilateral presagiado por el réquiem del Siglo Americano de la Conferencia de Seguridad de Munich. Donde Mike Pompeo alabó una ideología neoliberal triunfante bajo la bandera de “la libertad individual [y] la libre empresa”, este mismo consenso occidental sobre la austeridad neoliberal ha dejado a los gobiernos occidentales políticamente esclavizados a las mismas industrias que ahora exigen trabajar en el interés público para satisfacer las demandas de esta crisis. Al carecer de las empresas estatales que lideraron la respuesta a la crisis de China, los Estados Unidos, por ejemplo, han recurrido al trabajo en prisión y a los poderes bélicos, como en durante la guerra de Corea, que exigen a los productores privados que den prioridad a los pedidos gubernamentales de suministros médicos, dejando claro que la lógica carcelaria y militar es el último recurso de un Estado agotado por los principios del neoliberalismo. Los líderes del Reino Unido y Suecia están definiendo a la “inmunidad de la manada” como una estrategia potencial, negándose a frenar la economía y mostrando la debilidad de su infraestructura sanitaria nacional. Después de décadas de abandonar el control estatal sobre la salud, la educación y la vivienda en favor del sector privado, un Occidente neoliberal desquiciado se está desmoronando bajo el peso de su propia crisis.
Al verse envueltos en la crisis, los Estados Unidos y la Unión Europea han renunciado incluso a la pretensión de liderazgo sobre el orden mundial liberal, dejando que las naciones de todo el mundo se vuelquen cada vez más hacia China en busca de apoyo contra el coronavirus. Tomemos el caso de Venezuela, por ejemplo, que ha recibido 300,000 kits de prueba y asesoramiento técnico de China, al mismo tiempo que especialistas médicos cubanos llegaron para ayudar a la respuesta venezolana. En una conferencia de prensa, la vicepresidenta venezolana Delcy Rodriguez anunció que Venezuela y China crearían una cooperación especial en materia de transporte aéreo para facilitar el flujo de suministros para salvar vidas durante la crisis. La ayuda china llegó unos días después de que el FMI rechazara un llamamiento de Venezuela para préstamos de emergencia de 5.000 millones de dólares para luchar contra pandemia y la Organización Mundial de la Salud luchara por eludir las sanciones de Estados Unidos a Venezuela, Irán y Cuba para coordinar una respuesta eficaz, sanciones que los funcionarios chinos dijeron que se negaron a a cumplir durante esta crisis humanitaria.
Del mismo modo, Irán ha luchado para hacer frente a la pandemia en medio de las sanciones de los Estados Unidos que restringen el acceso iraní a los mercados financieros internacionales, a pesar de las supuestas excepciones para los suministros de salud. Majid Ravanchi, embajador de Irán ante las Naciones Unidas, ha pedido el fin de las sanciones y ha criticado la “palabrería” de los Estados Unidos a las excepciones humanitarias que en la práctica ignoran al pueblo iraní. Además de instar a los EE.UU a que levanten las sanciones unilaterales contra Irán, China también ha enviado una importante ayuda: el 17 de marzo, el embajador iraní en China anunció la llegada de un envió de 15 toneladas de ayuda china que incluía tests, desinfectantes y mascarillas. Asimismo, los medios de comunicación iraníes informaron de que China había realizado unos 18 envíos médicos, además de las delegaciones de expertos enviadas por su Sociedad de la Cruz Roja y su Centro de Control de Enfermedades, así como un acto público de recaudación de fondos organizado por la Embajada de Irán en China en Weibo, que permitió recaudar más de medio millón de dólares. El hecho de que Estados Unidos insistiera en mantener su régimen de sanciones contra Irán y Venezuela, mientras que China se negara a cumplirlas -a pesar del riesgo de sanciones secundarias-, nos habla de enfoques muy diferentes de la diplomacia de las dos superpotencias.
La ayuda de China no solo ha llenado los vicios cruciales producidos por las inhumanas sanciones de EE.UU, sino que ha surgido como un apoyo clave para las naciones europeas dejadas atrás por las tradicionales alianzas occidentales como la OTAN y la Unión Europea.
Sin embargo, la ayuda de China no solo ha llenado los vacíos cruciales producidos por las inhumanas sanciones de los Estados Unidos, sino que ha surgido como un apoyo clave para las naciones europeas dejadas atrás por las tradicionales alianzas occidentales como la OTAN y la Unión Europea. Serbia, que no es miembro de la Unión Europea pero que ha estado solicitando su adhesión desde 2009, solicitó el apoyo de China tras una declaración de la Comisión Europea que restringía las exportaciones médicas de la UE a la espera de la autorización de cada uno de los estados miembros. El presidente serbio, Aleksandar Vučić, dijo que su país “ahora vuelve los ojos a China”, afirmando: “necesitamos todo, desde máscaras, guantes y ventiladores, literalmente todo, y sobre todo necesitamos sus conocimientos y la gente que estaría dispuesta a venir aquí para ayudar”. La embajada china en Belgrado coordinó rapidamente un envió de equipo de pruebas, ventiladores y mascarillas junto con una delegación de médicos chinos para consultar con los funcionarios de salud serbios. En una extraordinaria reproche a Occidente, Vučić proclamó que “la solidaridad europea no existe”. Eso era un cuento de hadas en el papel. Creo en mi hermano y amigo Xi Jinping y creo en la ayuda china”.
Por supuesto, los expertos occidentales denunciaron inmediatamente lo que consideraron una oportunista “diplomacia de las mascarillas” china, un juego de poder interesado diseñado para fortalecer la imagen de China en el escenario mundial. Sin embargo, cuando se les preguntó si la ayuda de China era verdaderamente humanitaria y no simplemente un juego de poder geopolítico, el asesor económico italiano Michele Geraci lo expresó claramente: “No lo sé y no me interesa ahora. Si a alguien le preocupa que China esté haciendo demasiado, la brecha se abre a otros países. Esto es lo que los otros países deberían hacer”. Al enfrentarse al mayor número de casos notificados después de China hasta el 25 de marzo, Italia acogió a un equipo de nueve miembros del personal médico coordinado por la Embajada de China en Italia y la Cruz Roja de China. Por el contrario, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos envió la semana pasada medio millón de equipos de prueba desde Italia para cubrir la escasez interna del país.
La lista continúa: Francia recibió lo que llamó un “cargamento solidario” de suministros a través de la Embajada de China en Francia; Irak recibió suministros esenciales y una delegación china de los CDC; el presidente pakistaní Arif Alvi visitó China el 17 de marzo para discutir el apoyo del coronavirus con Xi Jinping, durante el cual China se comprometió a proporcionar asistencia técnica y más de 30,000 kits de pruebas de COVID-19, ropa protectora y mascarillas; Namibia recibió 1,000 kits de pruebas; y el filántropo chino Jack Ma anunció la donación de 1,1 millones de kits de pruebas, seis millones de mascarillas y 60,000 trajes protectores y escudos faciales a 54 naciones africanas. Las diversas formas de ayuda de China hacen realidad la visión de Wang Yi de un multilateralismo que trasciende las tradicionales divisiones Este/Oeste y Norte/Sur, reflejando en cambio un internacionalismo que “ve a la comunidad internacional como una familia global”. Hasta ahora, China ha enviado equipos de médicos y expertos en control de enfermedades, cientos de millones de mascarillas, pruebas, ventiladores, equipos de protección y otros recursos a 82 países de todo el mundo.
Muchos señalarán simplemente la capacidad de producción de China para equipar al mundo con dispositivos médicos esenciales como resultado de la integración de China en la economía global después de 1990 como “fábrica del mundo”. La producción económica planificada centralmente de China y su vasta infraestructura industrial de propiedad estatal constituyen el núcleo de su capacidad para satisfacer las necesidades de salud pública impuestas a China y ahora al mundo por la pandemia. En pocas palabras, el socialismo está venciendo esta pandemia donde el capitalismo ha fracasado. Las empresas constructoras estatales se han unido para reforzar la capacidad de atención de emergencia de China construyendo dos hospitales de 1,000 camas solo en Wuhan en cuestión de diez días. Las empresas estatales de servicios públicos redujeron las facturas y los alquileres y han garantizado el servicio de electricidad a los residentes de Hubei que no podían pagar; los bancos estatales movilizaron miles de millones de dólares en préstamos a bajo interés, los promotores inmobiliarios de propiedad estatal como China Resources redujeron los costos de alquiler de las pequeñas empresas; y la coordinación regional aseguró la estabilidad de los precios y el suministro de carne de cerdo, granos y otros alimentos necesarios.
Y, sobre todo, China ha dirigido toda la fuerza de sus industrias estatales a dar prioridad a la producción de todas las necesidades médicas que ahora cruzan el globo con la ayuda extranjera china; el gigante petrolero estatal Sinopec construyó 10 nuevas líneas de producción de tela fundida, el material principal de las máscaras médicas N95; China Construction First Group ha convertido un edificio industrial en una nueva fábrica de mascarillas en solo seis días, produciendo 250.000 de estas por día; desde los automóviles hasta la producción de alta tecnología, las entidades estatales han cambiado los planes de producción para dar prioridad a las necesidades médicas, con lo que la capacidad de producción de China asciende a unos 20,000 millones de nuevas mascarillas por día. Mientras tanto, ciudades como Shenzhen y Guangzhou han introducido leyes que permiten a los funcionarios incautar la propiedad privada de personas o empresas si es necesario para producir los artículos necesarios para controlar la epidemia. Estas medidas dejan claro que décadas de integración global y reformas de mercado no han alterado la relación fundamental entre el capital y el Estado: el Partido Comunista Chino mantiene el control final sobre los medios de producción y está dispuesto a utilizar este poder para servir al pueblo en tiempos de crisis. Mientras que las naciones capitalistas más ricas tienen dificultades para empujar la producción privada hacia el interés público a expensas de las ganancias, los beneficios de una economía de mercado socialista en la que el Estado controla los medios de producción de la sociedad y puede asignar rápidamente los recursos son cada vez más evidentes.
La producción económica planificada centralmente de China y su vasta infraestructura industrial de propiedad estatal constituyen el núcleo central de su capacidad para satisfacer las necesidades de salud pública impuestas a China y ahora a todo el mundo por la pandemia.
Por lo tanto, la pandemia de la COVID-19 está ilustrando un orden mundial emergente en el que el multilateralismo económico y político chino desafía la hegemonía del largo siglo americano. En el Sur Global, esto no es nada nuevo: durante años, China ha proporcionado un salvavidas económico a las naciones que sufren bajo las sanciones de los EE.UU y que le dan la espalda a la austeridad mediada por el FMI. China ha proporcionado un recurrente salvavidas económico, político y militar a naciones como Venezuela -donde China sigue siendo un importante comprador de petroleo a pesar de las sanciones de los Estados Unidos-, Bolivia -donde el gobierno de Evo Morales rechazó a las empresas trasnacionales occidentales para trabajar con empresas estatales china para nacionalizar la industria del litio- y Corea del Norte -donde China proporciona ayuda alimentaria esencial y apoyó una relajación de las sanciones de los EE.UU- ya que estas naciones han tratado de sobrevivir a las sanciones estadounidenses, expulsar el capital occidental, nacionalizar industrias clave y trazar un curso independiente del orden mundial de los EE.UU. Y el 26 de marzo, China se unió a Rusia, Irán, la República Popular Democrática de Corea, Venezuela y otros países en una declaración conjunta en la que se hacía un llamado a las Naciones Unidas para que pidieran el fin de las sanciones de Estados Unidos en medio de la pandemia.
Aún más, China está construyendo asociaciones cada vez más estrechas con naciones europeas rechazadas por la UE y frustradas por los ultimátums de los EE.UU para “elegir un campo” y rechazar las asociaciones económicas con China. Después de salir de un programa de préstamos de tres años del FMI que deterioró las industrias estatales en favor de la inversión del sector privado en el 2018, Serbia se sumó en el 2019 a la iniciativa de la Franja y la Ruta de China, que desde entonces ha apoyado a la envejecida industria siderúrgica serbia, ha salvado miles de puestos de trabajo en la producción de acero y objetivos clave de la infraestructura de carreteras y ferrocarriles. En marzo del 2019, Italia se convirtió en la primer nación del G7 en unirse al BRI, una medida que se produce después un amargo enfrentamiento sobre los requisitos de austeridad financiera de la UE para los Estados miembros y que los expertos creen que podría dar a Italia una mayor independencia en sus relaciones con la UE.
La crisis del coronavirus ha presentado nuevas amenazas y oportunidades para los halcones de EEUU que buscan fortalecer su nuevo frente de la Guerra Fría contra China. En los primeros días de la propagación del virus, un titular particularmente llamativo de la revista Foreign Policy llamó a la COVID-19 “Pandemia de la Franja y la Ruta”, un síntoma de una China en crecimiento que ya no puede ser contenida por Occidente. En lugar de exponer la debilidad de los Estados devastados por el capitalismo neoliberal en su respuesta a la pandemia, los Estados Unidos han intentando convertir el coronavirus en una crisis de legitimidad para el PCCh y en una prueba de la amenaza que supone la supuesta relación parasitaria de China con el resto del mundo. Cuando el virus se limitó en gran medida a China, los medios de comunicación occidentales arremetieron contra la ineptitud del gobierno chino, pintando al pueblo chino como una masa subyugada que esperaba una revuelta, en lugar de una nación movilizada por la crisis hacia la cooperación y la solidaridad mutuas. Ahora que China ha vencido el virus, los medios de comunicación han empezado a pintar la ayuda exterior de China como un juego de propaganda diseñado para “causar daños” entre los aliados europeos y “debilitar la democracia”.
En medio de una respuesta claramente inadecuada de la Administración Trump a la situación, la Casa Blanca dio instrucciones para que redirigieran la culpa de la actual pandemia al “encubrimiento” de China, difundiendo una cronología engañosa, y ya refutada de la censura y las omisiones chinas en los primeros días del brote. Un grupo bipartidista de legisladores de la Cámara de Representantes suspendió el trabajo sobre el plan de rescate corporativo para llegar a una nueva resolución que condenara a China por su gestión de la epidemia. Una pregunta durante el debate del Partido Demócrata de la CNN llevó a los candidatos a explicar qué “consecuencias” debía afrontar China “por su papel en esta crisis mundial”. No es de extrañar que el bombardeo mediático resultará eficaz entre los votantes estadounidenses: una encuesta nacional reveló que una mayoría relativa de los votantes registrados (33%) acusaba al gobierno chino de la difusión de la COVID-19 en los Estados Unidos, mientras que solo el 19% acusaba al Presidente Trump.
Las visiones geopolíticas de suma cero de la Guerra Fría ya no se sostiene en medio de una pandemia mundial que requiere solidaridad internacionalista.
El recurso estadounidense a la xenofobia, el nacionalismo y los antagonismos de la Guerra Fría intentan excluir el potencial revolucionario de esta crisis, en la que la incompatibilidad fundamental entre el capitalismo y la salud pública se hace cada día más evidente para millones de personas. Mientras que un esquema de la Guerra Fría insiste en que el “autoritarismo” chino ha contaminado ahora a Occidente, nosotros debemos insistir en las verdaderas raíces de una situación que es producto de décadas de austeridad neoliberal que ha dejado a las potencias occidentales con una infraestructura sanitaria demacrada y no preparada para satisfacer las necesidades dictadas por una pandemia. Las visiones geopolíticas de suma cero de la Guerra Fría ya no se sostienen en medio de una pandemia mundial que requiere solidaridad internacionalista. Sin embargo, fue fácil para las clases dominantes recurrir en este momento de crisis a las pistas ideológicas simplistas del choque Este-Oeste de los Estados Unidos contra China. Como dijo un columnista de Foreign Policy esta semana: “No se debe permitir que China gané”. Esta es una visión del mundo antitética al llamado de Wang Yi de “ver nuestro planeta compartido como una comunidad para todos”. El enfoque americano de “suma cero” refleja el hecho de que la hegemonía, el poder y la violencia siempre han estado en el centro del proyecto occidental: un proyecto basado en las estructuras de la esclavitud, el colonialismo y el imperialismo. Para muchos, el Oeste no era solo un cuento de hadas, sino una pesadilla. A medida que el mundo se une para curar esta pandemia, podríamos finalmente despertar de la pesadilla del neoliberalismo y el colonialismo y cumplir el sueño de otro mundo.